María Lejárraga

Arrullos de palomas, cánticos de pajarillos, música de flores, ya no halagáis como antes la vista y el oído; ya…

I Sentada en una silla, con un montón de ropa que coser al lado, mirando a menudo las despiadadas manecillas del reloj que con su v…

Todas las noches, apenas terminábamos de cenar, nos agrupábamos en derredor de la lumbre para escuchar los interesantes relat…

Pobrecito niño: estaba muy malo. Sus labios; antes alegres como mañana de primavera, habían perdido su tierna sonrisa;…

Todos los inmortales habitantes del Olimpo estaban altamente preocupados. Y no era el caso para menos: aquel geniecillo revoltoso y juguet…